Berlindon

Berlindon es una tierra común, sobre la que no hay mucho que decir. Son las personas que lo habitan las que llaman nuestra atención. Aquí se incluyen breves reflexiones sobre los personajes que protagonizaron las leyendas de ese reino:

Bergil

Arfanhuil

Mithrain

Arthagêl

Cyrian

– Talmir

– Arthanûr

Los Caballeros de Ivië

EL ORIGEN DE BERLINDON

Un día de primavera del año 2003, yo andaba a buen paso, camino de la universidad. Me gustaba leer y escribir, pero no había compuesto más que unas pocas poesías –me ahorro cualquier juicio sobre su valor literario– y algunos cuentos muy simples. Uno de ellos, según lo que recuerdo, aún me parece bastante bueno: hablaba sobre un príncipe que, paseando por los bosques del reino de su padre, se encontraba de pronto con un desconocido: era Arfanhuil, el Sabio de los sabios. Tan extraño personaje sorprendió al príncipe mientras recogía flores, con la intención de componer un ramo para su amada. Fue entonces cuando Arthagêl –el príncipe de Kemenluin– oyó nombrar por primera vez la rosa de Berlindon, que crecía en el jardín secreto de Lindbillen. Era la flor más bella que había existido jamás; nunca se marchitaba ni perdía su brillo. Sin embargo, todos los que habían intentado cortarla habían caído muertos con solo tocarla. El Sabio aseguraba que el motivo era que la flor había despertado en ellos un irresistible deseo de conservarla, y añadió que sólo a quien no la deseara para sí le sería permitido arrancar aquel tesoro de la naturaleza. Con la mente y el corazón llenos de amor, Arthagêl emprendía la dura tarea de conquistar esa rosa para su amada.

Por desgracia, ese cuento se perdió y nunca he conseguido volver a escribirlo (quizás algún día vuelva a intentarlo…). Pero aquella mañana, mientras caminaba hacia a clase, mi imaginación elaboró la primera escena y el núcleo argumental de lo que terminaría convirtiéndose en Bergil, el caballero perdido de Berlindon, publicado por Editorial Bambú en el año 2006. Un joven soldado en medio de su primera batalla. Una mirada enigmática. Una amistad inquebrantable. Una misión que abarca toda una vida. Y una terrible revelación que amenaza con desencadenar el desastre.

Trabajé en esa historia durante dos años. Pronto comprendí que no podía quedarse en un cuento, sino que debía desarrollarse hasta alcanzar las dimensiones de una novela, aunque fuese breve. Al hilo de esa historia fueron perfilándose las características del reino de Berlindon: apareció el rey Arthagêl, sus hijos –sobre quienes antes había empezado un cuento que nunca terminé–, y el resto de los Caballeros de Ivië, con sus tradiciones, su bagaje histórico y su firme compromiso con la construcción del Reino de Ivië.

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