BERLINDON

Talmir y los hijos del rey

Baldar era un campesino a quien todos apreciaban en el poblado de Pelmir, donde vivía. No había nacido allí pero, como era amable con todos, le aceptaron como a uno de los suyos, sobre todo cuando se casó con una mujer de la aldea y tuvo un hijo, al que llamaron Talmir.

Baldar viajaba todos los años en la caravana que acudía a las ferias de Lindbillen. Allí vendía el producto de su trabajo y compraba las provisiones que no podía encontrar en Pelmir. Cuando Talmir tenía doce años, decidió dejar que le acompañara en el viaje. Pero la caravana fue atacada por unos ladrones que se habían ocultado en el Bosque de los Bandidos. Todos los campesinos murieron o fueron apresados. Baldar había abatido a tres de ellos antes de caer atravesado por varias flechas. Pero Talmir se salvó: se había escondido en un compartimento secreto que su padre había construido en la carreta. Cuando pudo salir, se vio solo en el bosque, y los bandidos le habrían cogido si no lo hubiese impedido un soldado que llevaba noticias para el rey Arthagêl. Aquel soldado se llamaba Mithrain, y era uno de los generales más famosos del reino.

Talmir fue conducido ante el rey, y allí conoció a los príncipes, Arthanûr y Cyrian, y también a Arfanhuil, el Sabio de los sabios, que le reveló que su difunto padre había sido un gran soldado en el pasado. El rey acogió al muchacho y a su madre, tratándolos como a miembros de su familia, pues Baldar había prestado grandes servicios a Berlindon en el pasado.

Años después, convertido en un gran soldado, Talmir tendría la oportunidad de enfrentarse a los bandidos que habían matado a su padre. Pero era una misión peligrosa: al parecer, esos malechores habían abatido también a Medgil, otro de los generales, y quizás también a Bergil, su hijo, de quien nadie sabía el paradero. Además, también Mithrain había desaparecido.

La joya de Núril

Después de la última guerra entre los dos reinos, Berlindon y Khún firmaron una paz que con el tiempo se convertiría en una firme alianza. Khún cambiaría completamente, incluso en el nombre: se llamaría Colormin. El rey Arthagêl era ya un anciano, cuando se produjo la invasión que destruyó los progresos del reino renovado y amenazó la prosperidad de Berlindon. Pero Khûnmir, el enemigo que se había levantado de nuevo, buscaba algo más que la destrucción; quería apoderarse de la legendaria joya de Núril, el tesoro más antiguo de Berlindon, anterior incluso a la fundación de las Órdenes de los Caballeros de Ivië. A parte de su prodigiosa belleza, no se sabía cuáles eran los poderes de aquella piedra, pero las historias más antiguas decían que ningún enemigo había podido derrotar al rey que la llevaba consigo en el combate.

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